Canta a la afición de la Real en la final de la eliminatoria en la que se enfrentó al PSG y celebra la excelente racha de su equipo en la Liga de Campeones, es decir, quién les había llevado hasta octavos de final, que les alcanzó en la mes de diciembre. o incluso, al final de la primera parte disputada en el Parque de los Príncipes, desearon buenas noticias a los realistas, pero el talento individual y colectivo de los parisinos lo había transformado en una misión imposible.
Los seguidores celebran con esa contradicción que supone celebrar con la derrota, que no es la derrota, que no es lo mismo, en este mundo actual sólo hecho para los ganadores, así que porque ya estás acostumbrado a saltar de los hombros al campo cuando La Marcha del Real en Anoeta y su afición se abrazan y saltan, creando un muro compacto que evoca felicidad sin mirar al campo cuando la busca autofoto de la celebración apuntando al césped.
Contradicciones que me surgieron una noche valenciana del año pasado cuando al final de la derrota final contra el Deportivo de La Coruña, al final que me esperaba la tormenta de granito, la afición que nos recibió con aplausos y petardos festivos y que nuestro entrenador, Luis Aragonés, que acogió y abrió tantas manos, calificó de auténtico desastre subir al autobús. crear el sabio Luis que las derrotas no deben celebrarse, que los subcampeonatos no sirven para nada y que los que están contentos con la derrota nunca estarán preparados para la victoria.
Digamos que el mejor combustible para el futuro es la frustración y el dolor del presente y mi reflexión sobre cómo celebrar también el regreso, el viaje, la aventura hasta el final y disputarla hasta el último segundo, tu respuesta fue algo tan ¿usted cree? escueto, que junto a una de las mejores cosas y una mirada a una de las gafas me hizo ver que mi idea no había decaído ni le había dado un segundo de satisfacción, no digo felicidad.
El caso es que los seguidores de la Real decidieron aprovechar la vuelta, el momento, el escenario y los que estaban en el césped sintieron que el esfuerzo había valido la pena y que no caminaban solos. Y si no busca imágenes de Imanol, su entrenador, lo explica con sus gestos mucho mejor que yo con mis palabras.
Miró a Marcelino, a quien el destino le llevó a mirarse a sí misma de un modo que pensó que le llevaría a volverse hacia Marsella y girar hacia el Vélodrome. Es el destino lo que le agrada que en el dominio de los franceses todavía sea una principiante para no entender nada que desde el principio se la arroja y sin embargo el destino le da la posibilidad de demostrar sobre la hierba marsellesa que vale. como entrenador.
A veces, la mayoría de las veces, la victoria es la capacidad de enfrentar nuestros propios fantasmas, nuestro propio corazón, nuestras propias dudas y este es el escenario que nos hace mejores si somos capaces de afrontar cualquiera que sea el resultado final del partido ( aquí Luis Aragonés quería decirme: ¿Estás seguro, Zubi?).
Porque esto nos habría llevado a un debate sobre lo que se gana y lo que se pierde, que abordaríamos mucho más en este artículo, pero que conectaremos con aquellas palabras que cantaron a coro en Anoeta la poesía de Joxean Artze con música. por el legendario Mikel Laboa: “Hegoak ebaki banizkio, / nerea izango zen, / ez zuen alde egingo. / Bainan, honela, / ez zen gehiago txoria izango, / eta nik… / txoria nuen maite” (Si las alas me cortaban / eran mías / no se me escapaban. / Pero entonces, / se cansaron de ser pájaro / Y yo… / al que yo amaba era al pájaro).
Porque de todos modos, para celebrar sólo las victorias hay que dejar de ser un pájaro y transformarse en un halcón, en un puro depredador. Y por eso también es cierto que es válido.
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