Los discretos llamados de Mauricio Macri y las 444 horas que Sergio Massa no puede explicar

El 27 de junio, pasadas las 9 de la noche, en un encuentro de la Cámara Argentina de la Construcción, Sergio Massa dio la buena noticia: «En las próximas horas van a conocer el programa de los próximos seis meses con el FMI». Era martes. Pasó el miércoles, transitó el jueves y llegó el viernes. No. A la semana siguiente, frente a la ansiedad que había generado el anuncio, en el entorno del ministro de Economía dijo que una comitiva tenía cita en Washington. Cuando los días pasaron y los periodistas con fuentes en el Fondo consultaron si se había caído el viaje, los asesores del funcionario desmintieren los rumores y aseguraron que la reunión con la organización era inminente. Transcurrieron siete días y tampoco hubo novedades. El domingo pasado, 9 de julio, Massa asistió tiene un acto en Salliqueló y habló de nuevo: «Estamos muy cerquita del acuerdo». Al otro día, fuentes del Palacio de Hacienda confiaron en que la comitiva estaba a punto de despegar. Paso otra semana. No pudo ser.

Medio en horas, que fue el parámetro que usó Massa aquella noche, desde el encuentro de la Cámara de la Construcción hasta la publicación de esta nota se consumieron casi 450. “Eternas y tediosas. Sergio se va de boca”, apareció en el círculo íntimo del ministro. El acuerdo no está, los días pasan y las penas se acumulan: las reservas caen a un piso solo comparable a los años ochenta (brutas, alcanzan los 26 mil millones de dólares y las negativas están en 5.300 millones, según datos de Quantum, la consultora de Daniel Marx) y todavía está por verso mientras enfrenta la próxima pérdida, al final de mi, de US$ 2.700 millones.

El Banco Central pidió los yuanes que negoció con China para afrontar compromisos e importaciones. son un misterio cómo, cuándo ya qué tasa tendrán que ser devueltos y hasta qué punto podrá seguir usándose. El acuerdo con los chinos, a diferencia de los que se entablan con el IMF, es confidencial.

La tensión, como es natural, se traslada al mercado cambiario. El dólar blue cerró el viernes a 522 pesos (subió 27 en los últimos cinco días) y teme qu’affecte el supuesto proceso a la baja de la inflación, que esta semana marcó 6% en junio, 1.8% menos que el my previous y Un 2,4% menos que en abril.

El blue siempre es sinónimo de intranquilidad. Nunca se sabe qué puede ocurrir de un día para el otro. Tras dos años y medio de gestión, Martín Guzmán lo dejó en 235 pesos y saltó a 291 con Batakis. Massa aún no cumplió un año de mandato. Desde la jura, el dólar paralelo lleva un incremento de 230 pesos. Se refleja en la suba de precios, que alcanza el 100% en onzas meses. En la próxima medicina de Indec, duplicará la inflación que ya dio Mauricio Macri en 2019, eso fue del 53,8%. Algunos massistas sugieren que, antes de que eso se estimen, , sería conveniente que su líder deje el sillón para dedicarse de lleno a su postulación. El, por ahora, se niega.

El cimbronazo en los mercados, pese a los extraños festejos que se agitaron en algunos despachos tras el 6% de inflación que marcó el Indec (exactamente el doble de lo que se promisió para marzo), se transportó a la política y la campaña. Hubo escenas de nervios en la Casa Rosada y Cristina monitoreó el tema muy de cerca. Aunque los candidatos tienen prohibido hablar del dólar y de la suba de precios, el asunto se vuelve ineludible. Por eso evitan dar entrevistas a periodistas críticos.

Gabriela Cerruti, la portavoz del Presidente, debería hacer referencia en la habitual conferencia de prensa, que ya es un sello de su mandato. Dijo que los incrementos son «ínfimos» y habló de que la suba solo representa «unos pesos». Cerruti busca defender la administración de Massa y tender una pelea entre él y Alberto Fernández. El trabajo incluye, en algunos casos, copiar, pegar y enviar al ministro los WhatsApp privados que mantiene con los periodistas.

La incertidumbre por la negociación con el FMI se trasladó a los alrededores donde solo se respira cristinismo. La organización requiere una devaluación, palabra prohibida en el léxico K. Aunque la mayoría apuesta por el tigrense, no todos quieren comerse aquel sapo. La Cámpora es, además, cuidadosa. Solo Andrés Larroque hizo gestos de apoyo en los últimos días, pero Larroque ya dejó la agrupación, enemistado con Máximo Kirchner. El hijo de Cristina, que renunció a la jefatura del bloque del Frente de Todos en Diputados para no votar el acuerdo con el Fondo, quiere preservarse. Es celoso de cualquier movimiento y se preocupa por los condicionamientos de las organizaciones.

Juan Grabois trató de capitalizar este dilema. Le habla a los votantes frustrados por la elección electoral de Cristina, que no son pocos. Es cierto que Grabois Empieza a sufrir los gajes de su nuevo oficio, el de candidato. Dijo que, si la toca pierde en las primarias, acompañará el proyecto de Massa. El 22 de abril había dicho: “Ni en pedo vamos a votar a este sinvergüenza, vendepatria y cagador de Massa. Ninguna forma de heno”. Se ve que lo pensó mejor.

Grabois, sin embargo, no se deja estar. En su equipo se ilusionan con una movida de actores y famosos que podrían salir a pedir el voto por él. Ayer, Grabois le hizo una ofrenda al ala dura: adelantó que si le tocara ser presidente Indultaría a Cristina. Se desconoce cómo le cayó a la vicepresidenta, que declara víctima del lawfare. Pero después, Agustín Rossi se expresó en la misma dirección. Rossi es el candidato a vicepresidente de Massa. Vista trasera: piensa igual que su compañero o se abrió la primera grieta en el flamante binomio presidencial.

En la oposición tampoco abunda el buen clima. Javier Milei sigue afectado por las denuncias de quienes fueron sus aliados y no termina de despejar losrumes sobre un presunto acuerdo con tropa massita en Tigre y otros municipios del Conurbano. «Contá cómo nos cagaste con las listas», le dijo el jueves una mujer, en Tigre, cuando el economica salía de una actividad. Sonrió, nervioso, huye allí.

Le cuesta salir de ese laberinto a La Libertad Avanza. Milei anunció en Twitter que no se hicieron concesiones en programas que no fueran respaldados por las propuestas. Insiste en que nunca nadie recibió tantas “operaciones” como él. Ya se lo nota con menos exposición pública. Podría concentrarse solo en su feligresía. El lunes hará un vivo en Instagram.

Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta no pueden darse cuenta de ese gusto. La pelea en Juntos por el Cambio va en ascenso y mantiene un final abierto. El exministro propone fidelizar el apoyo de lo que fuera el sector más puro del macrismo y de la porción de votantes antiK. El alcalde prefier ampliar el espacio y seducir a los sectores «silenciosos» -así los llaman en su búnker- que podría querer un cambio de rumbo pero «sin romper todo», otra de las definiciones que dan sus colaboradores y que aluden critiquemente a Bullrich .

El «es todo o es nada» del spot con el que Bullrich irrumpió fuerte la semana pasada es, sin más, lo que ella busca, lo que quiere transmitir y la postura con la que, supone, ganará la interna. Sus asesores de campaña dicen que no hay que temerle al fleje. “Llegado el caso, es mayor que Patricia se pase de vuelta y no que se quede corta”, aseguran. ¿Y si llega al balotaje? Será.

En el larretismo se ubican en la otra punta. Aprovecharon aquel spot de «es todo o es nada» para arremeter contra su rival y deslizar que Bullrich tiene modos similares a los de Cristina. El jefe de Gobierno no la mencionó con nombre y apellido, pero pareció contestarle ayer con un spot en el que habla de «construir y no de dinamitar».

Mauricio Macri de Viaje es juzgado por Bullrich. Lo que permaneció saberse es si lo hará público cuando regrese o si se mantendrá prescindenteThinking about the day after the PASO and about the reconstrucción del espacio para encarar las elecciones generales y, tal vez, la secunda vuelta que podría darse cuenta con Massa.

El ingeniero lleva por lo menos cuarenta días haciendo discretas gestiones con hombres y mujeres que apuestan por Larreta y que mantienen buena relación con él para que no se jueguen demasiado por el alcalde. Le pide que no se sobreexpongan y que piensen en su futuro en un eventual gobierno de Bullrich. Así se lo transmitió en charlas personales y telefónicas a, al menos, seis directos. Entre ellos, a dos que fueron ministros suyos. Uno, directamente, decidió abandonar los contactos con Larreta, llamó a Macri para contarle y se tomó unos días de descanso.